Ha dicho Rajoy que tendríamos que ir pensando en ampliar los requisitos para ser presidente del Gobierno porque lo de ser español y mayor de edad no le parece suficiente. Lo decía, claro, mirando de soslayo a Zapatero, sobre el que periódicamente suele descargar invectivas que cuestionan su capacidad, no ya para dirigir el país sino para llevar las cuentas de una comunidad de vecinos. De los requisitos para ser líder de la oposición no dijo nada porque, al fin y a cabo, debe el puesto al dedo de Aznar y no podemos esperar que en el futuro todos los jefes de la oposición sean señalados digitalmente por el ex presidente, salvo que lo convirtamos en una ceremonia parlamentaria y momifiquemos su índice, al estilo del brazo incorrupto de Santa Teresa.
De Zapatero ha vertido Rajoy tantos epítetos en los tres últimos años que un diputado del PSOE, Rafael Estrella, ha llegado a coleccionarlos. Por citar algunos de ellos, Zapatero, además de “bobo solemne”, ha sido definido como irresponsable, grotesco, frívolo, inexperto, antojadizo, veleidoso, inconsecuente, acomplejado, perdedor complacido, radical, taimado, maniobrero, agitador, ambiguo, débil e inestable. Rajoy ha llegado a llamarle “hooligan británico”, sabiendo de antemano que los idiomas no son el fuerte del presidente del Gobierno, virtud ésta que sí adornaba a su antecesor, un hombre con enormes facultades para imitar acentos, especialmente el chicano.
Esta costumbre de presentar al oponente como un incapaz “que tiene la cabeza de adorno”, dicho sea en palabras del propio Rajoy, puede satisfacer a quienes ocupan las primeras filas en torno al cuadrilátero y disfrutan mientras la sangre del boxeador que presumen noqueado salpica sus abrigos, pero provoca una reacción alérgica en el resto. Sobre todo, porque el insulto no sólo se clava en la fina piel del presidente –otra expresión del líder del PP- sino que aguijonea a los millones de electores que le han votado, que no suelen tomar a bien que alguien les llame imbéciles, aunque ese alguien sea registrador de la propiedad.
Tenemos por tanto entre nosotros a una mente privilegiada o, en su defecto, a alguien con una acreditada superioridad intelectual, no ya respecto a Zapatero sino sobre los 11 millones de españoles que se dejaron embaucar por este sonriente “chisgarabís” presidencial –el entrecomillado es de Rajoy-. Y lo lógico hubiera sido que cerebro semejante hubiera iluminado el camino como un faro de conocimiento, aportando soluciones deslumbrantes a los problemas de España si es que quedaba alguno, porque no hay que olvidar que la ‘mente maravillosa’ de Rajoy ha dispuesto de varias carteras ministeriales y ha sido vicepresidente de Aznar, otro pozo de sabiduría que sostenía que al terrorismo internacional se le combatía invadiendo Iraq, con los magníficos resultados que pueden observarse.
Sin embargo, o la bombilla del faro es de bajo consumo y tarda en encenderse o ha estado fundida algunos años, porque las alternativas procedentes del PP han sido escasas. Eso sí, las luces del partido se han dirigido a buscar con denuedo una relación entre ETA y el 11-M, a pesar de que, como todo el mundo sabe, ETA en 2004 estaba derrotada gracias al Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo, ese ‘papelito’ con el que Zapatero se ha hecho un avión para distraer a los niños de los nacionalistas.
Es en ese asunto del terrorismo donde la inteligencia de Rajoy se ha desplegado en toda su amplitud, aunque las neuronas le hayan patinado. De Zapatero no podíamos esperar nada porque un tipo tan lelo era normal que fuera engañado por Ternera y Txeroki, dos acreditados jugadores de póquer. Pero en el líder de la oposición, cuya posición contraria al diálogo ya conocíamos, teníamos confianza, sabíamos que su análisis sobre lo que realmente estaba pasando tenía, por fuerza, que ser certero.
Desde el PP se nos ofrecieron crónicas pormenorizadas de la ‘rendición’. Un lunes Zapatero reconocía a ETA el derecho de autodeterminación de Euskadi; un miércoles, concedía la anexión de Navarra al País Vasco, chistorra y pacharán incluido. El fin de semana pactaba la excarcelación de todos sus gudaris y aceptaba pagar a cargo del Erario los aurreskus de homenaje. Todo estaba meridianamente claro, o eso parecía.
El atentado del día 30 de diciembre dejó en evidencia al presidente del Gobierno, que al día anterior cortaba la cinta de la Arcadia feliz. Se equivocó, tal y como ha reconocido, algo que a nadie debe extrañar tratándose de un tipo que no reúne los requisitos necesarios para ser presidente del Gobierno. Pero, ¿y Rajoy? ¿Cómo hacer compatible el bombazo con la evidente claudicación por él anunciada? ¿Cómo cuadró el círculo? ¿Rectificó al menos?
La reacción del presidente del PP ha sido toda una manifestación de clarividencia. Cualquier político pelagatos y sin principios hubiera corrido a ponerse al lado del Gobierno, a manifestar su solidaridad en la calle con las víctimas, a cerrar filas frente a los salvajes. En lugar de eso, subió a la tribuna a echar un rapapolvo a Zapatero, culpable por activa o por pasiva: si le ponen bombas porque no ha cedido y si no se las ponen porque ha entregado también La Rioja.
La mayoría de los españoles, según las encuestas, han visto en Rajoy altanería y soberbia. Les ha parecido mal que se haya ensañado con ese pobre hombre que es Zapatero. No han entendido que las palabras del líder del PP eran el reflejo de su inteligencia superior. No cumplen, en definitiva, los requisitos para ser presidente del Gobierno. ¡Cuánto zote anda suelto!
Juan Carlos Escudier (20 de enero de 2007)
21.1.07
Requisitos para ser presidente
Hoy os dejo aquí un artículo que escribe Juan Carlos Escudier en el Confidencial. Quería hacer una mención al mismo y dar mi opinión sobre nuestro "gran" lider de la oposición, pero creo que es mejor dejar el artículo entero y que lo leais:
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